lunes, 25 de febrero de 2013

Palabras de un 25 de Febrero

No quise pronunciar esas palabras, estaba en mi mente no hacerlo y sin embargo: lo hice. Pronuncié esa única palabra que me había prohibido decir desde aquella madrugada de Agosto. Se lo dije, se lo recordé, todos lo recordamos. Quisé desaparecer por haber cometido tal estupidéz pero, por suerte, no hubo lágrimas. Esta vez no las hubo, solo una simple oración y continuó su vida como si nada.
A veces es simplemente inevitable no mencionarlo, es difícil ignorarlo al escuchar algunas canciones, al ver pasar ciertos automóviles o simplemente cuando él sonríe. Su recuerdo está en el aire, en las fotos, en las sonrisas y hasta en las fiestas. Ya no podemos evitarlo más, ya no puede ser un tema tabú para la familia. Poco a poco todos nos acostumbramos a su ausencia, hoy tuve la viva prueba de que así es. Ella ya no llora cuando se lo nombra, mi abuela poco a poco recupera la vitalidad que siempre la caracterizó, sus hijas continuan con sus vidas normalmente, todo vuelve a la normalidad, lo que no significa que se olvide.
Él está presente en todo lugar al que vamos. Está impregnado con el aire del Sur, vive en las rutas de las montañas y en los lagos de la cordillera. Su espíritu nace en cada sonrisa del bebé, en cada melodía de barrio. Las personas que amamos nunca desaparecen, están vivos en nuestros recuerdos, así es como se preservan para siempre.

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