Estas palabras, escritas en una de las cartas de cumpleaños que recibí hace pocos días, me impactaron profundamente y permanecieron revoloteando como mariposas en mi cabeza desde entonces. Si bien es cierto que vivo soñando con mi "yo universitaria", ésta realidad que solía parecerme utópica y se presentaba tan lejana hasta hace tan poco tiempo, comienza a acercarse a pasos agigantados con cada día que transcurre.
Debo confesar que los dieciséis años llegaron, no sólo con la renovación del documento, sino también repletos de temores: temor a la universidad, al cambio de vida, adejardevivirporaprobarelparcial, a las responsabilidades que conlleva ser mayor, a ser mayor, al futuro. Últimamente, el miedo a crecer se afianza cada vez más en mi, como si toda mi persona se hubiese negado rotundamente a crecer, como si mi niñita interior todavía quisiese dominar el escenario.
El porvenir me está superando, la realidad golpea a mi puerta cada vez más fuerte pero, sin importar qué, todavía sigo. Sigo, aunque me cause pánico; aunque por momentos me niegue y quiera esconderme bajo mis sábanas de Barbie; aunque me aterren las adversidades que puedan llegar a presentarse; yo sigo, porque no enfrentar los desafíos es temerle a la vida, y si de algo estoy bien convencida, es que el baile hay que bailarlo, por más difíciles que sean los pasos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario